Hace unos días, comiendo con unos amigos, me hicieron una pregunta con la que, de una forma u otra, me encuentro a menudo. Unas veces se plantea como interrogante, otras en negativo, en afirmativo, o como recomendación hacia una tercera persona que no está… pero básicamente se refieren a lo mismo.
Debería ir al psicólogo, ¿la psicología sirve para algo?, la psicoterapia es para locos ¿no?, fulanito necesita buscar ayuda, yo no necesito ir a terapia porque…
Y cuando surge este tema yo me encuentro siempre diciendo la misma frase:
«No conozco a nadie a quien no le viniera bien hacer psicoterapia»
Y digo más. Estoy convencida de que si todo el mundo tuviera la posibilidad de pasar por un proceso terapéutico, toda la sociedad ganaría. La ciudadanía sería más consciente y responsable, más adulta y generosa. Y caminaríamos hacia un mundo lleno de empatía, justicia y respeto que… bueno, o a lo mejor no. Pero claro, yo soy psicóloga, terapeuta y paciente; definitivamente no soy objetiva. Aun así reconozco que esa afirmación tiene sus matices.
Efectivamente, considero que el mundo en el que vivimos, y del que somos parte, no facilita vivir la infancia desde una educación emocional saludable y respetuosa. Y así nos gestamos, nacemos y crecemos. Y los adultos que somos son, en buena parte, resultado de los niños que fuimos, de los bebés que fuimos.
Con esto no me refiero solo al mundo moderno de las tecnologías y de las personas sin tiempo que hacen malabares para gestionarse a sí mismos y sus relaciones (en pareja, con sus familias, en el trabajo…), sino también a muchas generaciones atrás que vienen reproduciéndose y sobreviviendo de la mejor manera que saben y pueden. Y así es como termino diciendo: no conozco a nadie a quien no le viniera bien hacer psicoterapia. Aunque la necesidad de apoyo puede variar mucho. Habrá personas que se sientan más o menos limitadas en sus vidas, con experiencias o contextos más o menos adversos.
A pesar de esta realidad, y aunque hayamos avanzado mucho en este aspecto, acudir a consulta sigue teniendo un componente importante de estigma social que hace que nos cueste trabajo dar el paso.
Entiendo la terapia psicológica como un alto en el camino en el que la persona decide buscar un apoyo, un acompañamiento externo.
Y este camino no es fácil, no siempre es bonito. Os preguntaréis:
“entonces, ¿cuál es el matiz?, ¿todo el mundo debería ir al psicólogo?”
Me atrevo a señalar varias condiciones mínimas para podernos beneficiar de un proceso psicoterapéutico, unas pinceladas básicas como punto de partida:
- Sensación de insatisfacción → sentir que algo falla o me bloquea.
Esta sensación es subjetiva, y hay grados. En cualquier caso es importante que haya una necesidad interna por parte de quien solicita terapia.
No podemos arrastrar a ningún adulto a la consulta si no sienten esa necesidad, por muy claro que podamos verlo como familiares o amigos.
- Disposición para explorar
Es la actitud de quien sale de expedición hacia su autoconocimiento. Para descubrir, conocer y reconocer. Siguiendo su propio ritmo.
Y viene con todo: con sus miedos, sus dificultades, sus dudas, su “no saber”.
- Responsabilidad → qué hago yo para sentirme así y qué quiero hacer.
El paciente es un agente activo en la psicoterapia, no viene a que le den soluciones sino a descubrir sus propias fórmulas y elegir.
Esta es mi visión de la terapia psicológica. Mi respuesta al ¿para qué? y al ¿para quién?… ¿CUÁL ES LA TUYA?
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